2007/01/24

Redeker y la Francia servil (I)

Robert Redeker tira la toalla. Ya no espera volver a dar clase jamás, tener alumnos, subirse a un estrado. De ahora en adelante se ganará la vida escribiendo donde nadie le vea, escondido como un malhechor. En Francia. En Francia, el primer país del mundo que proclamó a todos los vientos el inalienable derecho de cada hombre a decir y escribir lo que le plazca.

Lo peor no es que se repita el caso Rushdie; lo peor es que desde entonces a media Europa se le han doblado las rodillas, y ante las amenazas de muerte por el supuesto crimen de hablar críticamente del islam no responde indignándose, sino dando la razón al potencial asesino entre reproches apenas disimulados y viscosas lágrimas de cocodrilo.

Para esto no murieron tantos europeos.

Pero por esto, si no lo atajamos de una vez, morirán muchos más.

Porque si hay algo cierto de toda certeza en este lamentable panorama, es que ni siquiera una rendición abyecta y general al nuevo totalitarismo podría asentar en Europa esa "paz" por la que tanto suspiran muchos. Ni queriendo se puede someter una sociedad avanzada del siglo XXI, ésta sociedad, a una teocracia inventada en la Arabia del siglo VII. Pero el intento, el experimento, ineluctablemente condenado al fracaso por la más elemental fuerza de las cosas, nos puede costar muy caro.

Un documento de bastante interés para entender cómo se ha podido llegar a donde estamos es la información que daba Le Monde del debate televisivo al que asistió Redeker el pasado día 18. La comentaremos como merece.

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2007/01/19

Pappas: La amenaza islamista

Liberty and Culture es el blog que escribe Jason Pappas en Nueva York. Si fuera posible, lo importaríamos aquí íntegramente: pocos blogs sobre la amenaza islamista se le pueden comparar en sensatez y probidad intelectual. Esta es nuestra traducción de un resumen del panorama que publicó hace ya un año, pero que desgraciadamente resulta hoy todavía más válido que entonces. Nótese que Pappas antepone a todo lo demás la distinción entre la ideología islámica y la población musulmana; ¿cuántos malentendidos y cuántos errores prácticos no se ahorrarían con sólo aclarar de una vez por todas la ambigüedad del término "islam"?


I

El islam en resumen

¿Qué es el islam? En primer lugar tenemos que distinguir entre la ideología “islam” (filosofía) y el grupo demográfico “musulmanes” (sociología). En cuanto ideología, el islam se entiende estudiando las ideas y su origen. El islam es una ideología política imperialista y supremacista creada por un guerrero del siglo VII que conquistó y oprimió. Dado su momento y lugar de origen, la ideología se sustenta sobre una metafísica sobrenatural y una epistemología de fe y revelación. Formalmente, eso la constituye en religión además de credo político.

Aquí explico con detalle por qué el islam es una ideología. Aquí explico el dato sociológico de que existen musulmanes moderados, aunque el islam en sí no es moderado. Advierto de la necesidad de no confundir el grupo demográfico con la ideología, ya que algunos intentan convertir nuestra crítica de ideas en una tosca demonización de un grupo de población nominal. Los intentos de identificar la crítica del islam con la intolerancia, el racismo o el prejuicio son tácticas burdas de intimidación. La realidad es que en nuestra cultura existe un prejuicio positivo, es decir, una predisposición positiva, a aparentar que el islam no es más que una religión como cualquier otra.

La ideología islámica se entiende a través de los textos (el Corán, los hadices y la sira) que son obra de Mahoma o hablan de él. Mahoma ejemplifica la religión. El islam no es difícil de entender. En la primera parte de su carrera religiosa, Mahoma predicó la tolerancia para ser aceptado en La Meca, pero se transformó en un tirano implacable tan pronto como subió al poder en Medina. Culminó su carrera convertido en caudillo militar: saqueó, masacró, aterrorizó y conquistó hasta extender su poder por toda la Península Arábiga. Una parte de ese proceso fue la limpieza étnica de los judíos de Medina. Esto es el islam en la práctica. Decir que este ejemplo es diferente del de Jesús es un eufemismo absurdo.

Algunos imaginan que existen versiones del islam notablemente divergentes. Se nos dice que el problema es el islam salafista; pero eso es simplemente el islam original de Mahoma y los cuatro primeros “califas rectamente guiados”. ¿Qué otro islam existe? El mítico islam moderado no se encuentra por ninguna parte. ¿Qué libros o qué teólogo crearon tal versión? Después de cada ataque terrorista, el islam moderado parece más imaginario, mientras la realidad de la yihad se expande en todo el mundo.

Así pues, ¿qué podemos esperar del islam? Los musulmanes fueron moderados bajo el régimen colonial europeo, pero el Resurgimiento Islámico ha significado una vuelta del islam original. Dado su origen, el islam tiene graves problemas que lo inhabilitan para ser un candidato viable a la modernización y la base de un orden liberal sostenido. Por consiguiente, el islam seguirá siendo una amenaza para la civilización mientras exista.

La clave para entender el islam es comprender que es una ideología supremacista. Ello explica que, para los musulmanes yihadistas, la atrocidad del 11-S fuera una experiencia religiosa que reafirmó la voluntad de Alá, según la cual el islam está destinado a dominar este mundo, a vencer y a humillar al enemigo. Esa clase de acciones encuentran vasto apoyo en el mundo islámico, como muchos han observado. La causa raíz de la violencia islámica difícilmente se puede negar. Hablan en serio, y hemos visto las consecuencias.

El Resurgimiento Islámico es impulsado por Arabia Saudita y el Irán. Nosotros seguimos dando apoyo a nuestro enemigo. En contra de lo que vulgarmente se cree, es factible cortar esa relación ahora mismo. Pero nuestro gobierno se niega a reconocer el papel de la Casa de Saud en el Resurgimiento Islámico y el terror yihadista.

Las tentativas actuales de hacer cambiar a las sociedades islámicas son loables, pero no tienen en cuenta la naturaleza del problema, la dificultad de transformar una cultura ni el estadio en que se encuentra el resurgimiento de la práctica original del islam. Se alimenta la esperanza de que cambios estructurales, tales como la adopción de un sistema parlamentario con elecciones, modifiquen irreversiblemente la manera de sentir y pensar de los musulmanes. La democracia no basta, ni es posible asentar una sociedad liberal sobre un cimiento islámico. La naturaleza humana podrá requerir derechos para que la vida florezca plenamente, pero para que los derechos florezcan tiene que haber un contexto cultural adecuado.

¿Qué habría que leer para entender el islam? Yo mantengo una página web con sugerencias. Cada sugerencia es más propia para un tipo de público. Los no creyentes podrán encontrar esclarecedor el libro de Ibn Warraq. Para las personas de formación cristiana, los libros de Robert Spencer, en particular Islam Unveiled, describen el islam con la religión cristiana como punto de referencia. Sadja Trifkovic describe sucintamente el islam y su sangrienta historia para los menos pusilánimes. Bat Ye’or, Daniel Pipes, Bernard Lewis y otros cubren distintos aspectos del islam o escriben desde un punto de vista restringido. Como esto no debería ser una cuestión partidista, añado que Benjamin y Simon, dos ex consejeros de Clinton, entienden perfectamente el Resurgimiento Islámico, lo mismo que el socialista Paul Berman y la periodista radical Oriana Fallaci.

Mi artículo introductorio al tema global del islam resume algunos de los elementos distintivos de la religión, pero su principal objetivo es indicar que debemos vencer esa predisposición positiva que exime al islam del análisis crítico. En la segunda parte resumo nuestra negación e incapacidad de hacer frente a esta ideología fatídicamente equivocada.

II

El islam y nuestra negación

La amenaza del islam y nuestra negación

En todo el espectro político existe una difundida negación de la amenaza del islam para nuestra civilización. La extrema izquierda ha llegado a estar tan consumida por su odio a nuestra cultura, que ha abandonado su tradicional hostilidad a la religión frente al resurgir de una de las ideologías religiosas más bárbaras y opresivas de la historia. Tras adoptar una política de anti-anti-islam, la izquierda ha establecido lo que Horowitz llama una Alianza Impía con nuestro enemigo, defendiéndolo en toda ocasión. La izquierda posmoderna nihilista y antirracional es un peso pesado en todo el lado izquierdo del espectro, que ahoga cualquier voz sensata de moderación. Esas estupideces de moda en los círculos académicos han corrompido ya la política popular.

Pero el problema no es sólo de la izquierda. La derecha está dividida: a algunos se les hace muy difícil afrontar el hecho de que una tradición religiosa de larga data como es el islam pueda ser fundamentalmente enemiga de nuestra civilización, en un grado tal que rivaliza con los peligros del pasado siglo. La derecha ecuménica puede ser a veces tan relativista como la izquierda, al tratar cualquier ideología de base religiosa como simplemente otra vía hacia Dios.

Negación: comparaciones con el pasado

Nuestra incapacidad de hacer frente a la amenaza actual se parece a nuestras pasadas dificultades para afrontar la amenaza del totalitarismo secular. La izquierda, en particular, negó o quitó importancia a la amenaza del comunismo durante el Decenio Rojo de los años treinta, y nuevamente en los años setenta y ochenta. La mayoría de la gente no supo ver toda la gravedad de la ascensión de Hitler. Testimonios directos describen la ceguera voluntaria de las buenas gentes frente a la ideología perversa de Hitler. Hay quien ha trazado paralelismos entre lo que sucedió entonces y lo que sucede ahora.

No todo ha cambiado

Hoy existe una pavorosa complacencia. La mayoría de la gente sigue a lo suyo como si el problema hubiera desaparecido. Los precios de la vivienda en Nueva York suben y suben aunque no se haya acometido ningún esfuerzo real por defender a la ciudad de un ataque nuclear. Se han frustrado ataques planeados de carácter convencional, pero se sigue sintiendo que el peligro es irreal. Como en un sueño surrealista, los editorialistas de Nueva York hacen llamamientos apremiantes a reforzar nuestros servicios de inteligencia como eran antes del 11-S. Para los productores de cine de Los Ángeles, los terroristas son simpáticos, y Estados Unidos está reaccionando exageradamente, si es que no es el malo de verdad. Ciertamente existen buenos libros y documentales que explican la amenaza. Pero la prensa está obsesionada por problemas menores o imaginarios de la gestión militar, de una manera que hace aún más esperpéntica la irrealidad.

Nuestros dos partidos políticos han adoptado una política de mentir acerca del islam y de Arabia Saudita, como maniobra táctica frente al enemigo; pero una mentira sostenida sólo sirve para destruir la confianza del mentiroso en sus apreciaciones y debilitar su determinación. Es esa mentira lo que sustenta la irrealidad de la amenaza. Decir la verdad es la primera condición para convocar a la nación a la causa. Bisbisear a hurtadillas delata la incertidumbre intelectual y moral de una causa encaminada a la derrota. Nuestra vacilación es evidente cada vez que volvemos a la mentalidad del 10-S.

El islam, la ideología del enemigo, es hoy el único tema tabú. Al director de tertulias radiofónicas Michael Graham se le despidió por mostrarse crítico hacia el islam. Al contrario, se demoniza a Estados Unidos y se le pone a la defensiva. Tan sólo una semana antes del 11-S la ONU patrocinó una demostración de odio contra Estados Unidos e Israel, y sigue vituperando a Estados Unidos, y no al mundo islámico, por el odio irracional que hay hoy en el mundo. La izquierda se une a ese coro, y en lugar de su habitual antipatía hacia la religión se sirve de la amenaza islamista como trampolín para vilipendiar a Estados Unidos.

Nuestra rendición intelectual ante una confusión de conceptos es la mayor amenaza en esta guerra. La contemporización moral y las continuas racionalizaciones que han eximido al salvajismo islámico de una condena sin ambages han debilitado nuestra resolución y envalentonado al enemigo. La cobardía intelectual nos impide examinar la verdad mientras mantenemos una disposición positiva a ver el islam de una manera que no moleste.

Un requisito previo de una respuesta adecuada que no sea ni falta ni exceso de reacción es un debate sincero y abierto. Las leyes que prohiben la libre expresión, como son las que impiden “vilipendiar una religión”, no hacen sino impedir una respuesta apropiada, y en consecuencia pueden llegar a ser una profecía que se cumpla a sí misma. Renunciar a la libertad de expresión para no herir los sentimientos del enemigo es señal de un estado de cosas surrealista.

Conservadores que no se enteran

Hay una amplia corriente conservadora que definió su postura frente a la ideología secular del comunismo; esos conservadores encuentran dificultades para ver una ideología religiosa como amenaza seria. En el pasado identificaron erróneamente el problema como falta de Dios en vez de falta de razón, y no saben hacer frente a la amenaza actual. Incluso firmes combatientes de la guerra fría se muestran blandos frente a la amenaza islámica. La National Review, fundada durante la guerra fría, a menudo concede al islam un respeto inmerecido y por lo demás, con pocas excepciones, guarda silencio.

La incapacidad de comprender que estamos tratando con una ideología política encierra repercusiones graves. Es frecuente que los conservadores de hoy aboguen por una transformación utópica que se podría lograr a través de un simple cambio estructural en el procedimiento de elección de los gobernantes. Pero la democracia no es suficiente. Implantar la teocracia islámica por la vía de las urnas no es la solución, sino otra manifestación del problema. De hecho los yihadistas florecen en las democracias occidentales. Europa, y Alemania en particular, ha incubado una generación de yihadistas que incluye a los de la infamia del 11-S. Los problemas recientes de Francia demuestran que tolerar la intolerancia sólo sirve para engendrar más intolerancia, así como Inglaterra descubrió recientemente que contemporizar no lleva a nada.

Hay conservadores dogmáticamente antiideológicos que piensan que las creencias no tienen importancia. Suponen que los musulmanes de Iraq y de la Cisjordania actuarán con sensatez desde el momento en que puedan votar. Hasta dónde llega la enorme diferencia de valores, tradición y cultura es algo que sencillamente no se plantean los pragmáticos de la derecha. No quiere decir esto que no haya avance cuando los vientos de la democracia encienden una llamita de esperanza en países musulmanes. Pero si no hay un cambio fundamental, de una ideología dogmática y supremacista a una disposición liberal que dé la bienvenida al debate, la demostración y el examen racional, la llama de la libertad se apagará al primer soplo. Mientras no se discuta el islam, la libertad será un implante frágil en un paciente perpetuamente necesitado de cuidados intensivos. Es preciso poner sobre la mesa la ideología islámica.

¡Hay, en fin, conservadores que hasta simpatizan con las posiciones del fundamentalismo islámico! Para ellos el Resurgimiento Islámico es un espíritu hermano por su oposición al materialismo ateo. Otros no ven problema alguno en la idea de una democracia islámica.

¡Pero hay conservadores que sí!

Me he referido al fallo conservador con detenimiento porque creo que son los situados a la derecha quienes mejor pueden lidiar con la amenaza islámica. Permítaseme ahora señalar, mediante enlaces a mis entradas pasadas, a aquellos de quienes he hablado con elogio: Victor Davis Hanson, Bruce Thornton, Jack Wheeler, Michael Ledeen, Ralph Peters y Paul Sperry. Tienen la mira puesta específicamente sobre el islam Bat Ye’or, Robert Spencer e Ibn Warraq.

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